18 de diciembre de 2014
“Los controles no han funcionado en este caso y pedimos disculpas. Este artículo es un ejemplo de lo que no debemos hacer”. De esta forma concluye la Defensora del Lector de El País, Milagros Pérez Oliva, el extenso artículo que ha publicado hoy domingo, 17 de enero, bajo el título, “Avances médicos con intereses ocultos”, que hace referencia a un reportaje publicado por dicho medio el día 22 de diciembre, y firmado por la periodista Mayka Sánchez, titulado, “El dolor como quinto signo vital”, en el que se hablaba de las excelencias de un nuevo fármaco contra el dolor, denominado Tapentadol, un nuevo analgésico que, supuestamente, iniciaba “una nueva era en el manejo difícil del dolor agudo y crónico”. Dicho fármaco había sido presentado semanas antes en un Congreso Europeo del Dolor, celebrado en Lisboa. El reportaje de la periodista ha sido ampliamente contestado por la comunidad médica debido a que en él se otorgaba al nuevo producto una dimensión que, por lo visto, no se corresponde con la realidad, porque en el mismo se vertían algunas afirmaciones que no han gustado en la comunidad médica, referidas a posibles actuaciones incorrectas con los pacientes a la hora de tratar el dolor crónico, y porque, según la Defensora del Lector, la fuente –única- era ‘sospechosa’ por su vinculación con el laboratorio impulsor del fármaco, el laboratorio Grünenthal Pharma.
‘Exageración periodística’, ‘publicidad encubierta’, ‘Síndrome de Estocolmo periodístico’… Volvemos al eterno dilema del juicio de valor sobre una información publicada en un medio de gran influencia, a partir de una información recogida en un congreso al que la periodista había sido invitada por la organización, y que nuevamente viene a encender todas las alertas a los medios, ante el riesgo creciente de que las fuentes interesadas (empresas farmacéuticas, institutos de investigación, etc.) les cuelen goles por toda la escuadra, en base a informaciones que pueden no estar basadas en el rigor científico-médico y sí en el interés económico de las entidades impulsoras.
No es habitual que una periodista reciba un tirón de orejas tan flagrante, aspecto éste que no se da nunca en otras secciones como, por ejemplo, Política o Deportes, Economía, donde los titulares lo sostienen todo, absolutamente todo. Los periodistas que escriben sobre ciencia se enfrentan a una comunidad de profesionales que basan su actividad en el rigor científico demostrado y validado por filtros muy importantes. Su argumentación ante cualquier información tendenciosa es muy tenida en consideración, por el propio respeto y consideración que se les concede…, y porque los medios saben que en estos casos escriben de lo que no saben y por ello están expuestos a que les metan goles muy dolorosos para su prestigio.
El debate es interesante y es una muestra más de cómo están las cosas en este difícil equilibrio entre la divulgación científica y la promoción de los intereses comerciales de las empresas. Vamos a hacer un acto de defensa de la periodista, ya que su medio no lo ha hecho, porque somos conscientes de cuán complicada es la labor del informador de temas científico-médicos, y qué fina es la línea divisoria de lo que se puede hacer y lo que no en esta profesión. Entendemos la preocupación del medio, no la reprimenda pública a su redactora. Y por cierto, si la Defensora del Lector aplicara el mismo rasero al resto de secciones, ‘otro gallo cantaría’. Pero igual no sale el periódico.