En muchos medios de comunicación, el criterio a la hora de definir y decidir si se le va a dar una prioridad especial a la cobertura de la información científica suele coincidir con hecho casuales, es decir, son meras casualidades. La casualidad se presenta a veces sin avisar: un periodista es ‘llamado’ a cubrir una información de carácter científico, le pone ganas, lo afronta con cierto descaro, y le demuestra a su jefe que, cómo no, puede valer para un roto y un descosido, y dentro del descosido se puede atrever con ciertos temas áridos, espesos, difíciles de cubrir, de esos que provocan que muchos de sus colegas escondan la cabeza cuando ese mismo jefe de sección busca candidatos, voluntarios.
A base de repetir este esquema durante varios meses –aplíquese a la prensa, la radio o la televisión-, quien antaño soñaba con emular al gran Gabriel García Márquez o a Ryszard Kapuscinski, por no mencionar a José María Garcia, ‘butanito’ todo él, acaba admitiendo que le han convertido en un periodista especializado en ciencia, en definitiva, el compañero coñazo de la redacción que se atreve con lo difícil y encima se lo acaba creyendo, se convierte de la noche a la mañana en la referencia de la comunidad científico-investigadora. “Por fin uno que nos entiende”, se viene a escuchar.
Y el medio, con su director y equipo de subdirectores y adjuntos correspondientes, ya tiene un argumento que justifica una pose estética muy de moda: cubren el expediente, también divulgan el conocimiento, la ciencia, son un medio mejor cada día, más comprometido con su público y con la actualidad informativa que les rodea.
El criterio, ¡qué casualidad!, se fundamenta en que alguno de sus redactores ha decidido recorrer un pasillo más complejo, ha encontrado un hueco donde hacerse visible y ser mínimamente reconocido, se debe al atrevimiento y al descaro de éste. Más de uno querría ver detrás de esa pose una reflexión compartida sobre la oportunidad que brinda a su medio la incorporación de nuevos temas atractivos, actuales, de interés general, que dan juego; que elevan el nivel del producto periodístico, que les permite acercarse a públicos de otro segmento, a prescriptores de opinión interesantes…
Es tal la casualidad que acontece en estos casos que el edificio construido sobre esas bases débiles se desmorona tan pronto ese inquieto y atrevido periodista deja de seguir ligado a ese medio. Lo que era una supuesta apuesta del medio, lo que era un supuesto criterio… y vestía una pose ‘correcta’, cae en el silencio tan pronto se difumina la figura del ínclito en cuestión. ‘Apagón informativo’ y a otro cantar.
No vamos a ocultar que existan excepciones en el panorama de los medios, pero las excepciones no forman parte del ideario de este blog…, salvo en contadas excepciones.