18 de diciembre de 2014
Hace ya cerca de un año que, con el apagón analógico, nuestras televisiones se inundaron de canales digitales. La revolución de la TDT nos ha aportado nuevas posibilidades tecnológicas y una multiplicación de la oferta. Daría para otro post analizar si la infinidad de nuevos canales ha aportado algo en términos de calidad. Al grano. La cosa es que esta nueva era de la TV digital ha conseguido que algunos nos hayamos visto obligados a retrotraernos a los años 60.
Sí. Resulta que en la oferta de TV digital de Navarra, que abarca unos 40 canales, los de ETB no tienen sitio. Y si, por casualidad, uno tiene la tentación de ver alguna de estas cadenas, tiene que cambiar de modo digital a analógico. Y eso, en mi tele, que no es el último grito de la tecnología, pasa por enredar en la trasera de la pantalla hasta conseguir cambiar el cable de la antena. Después de algún que otro conato de accidente doméstico, el modo más práctico de sintonizar ETB consiste en pertrecharse con una luz frontal (al estilo del minero de Antonio Molina).
Así que, en el año 2011, uno tiene que andar así para ver ETB en Pamplona. Mientras mis amigos de Logroño la pueden disfrutar perfectamente en calidad digital, yo tengo que enfundarme el frontal de minero para ver las crónicas de Iñaki Errea para el Teleberri, que curiosamente se graban a menos de 500 metros de mi casa.
Ante este absurdo, los responsables del desaguisado recurren a argumentos peregrinos para poner puertas al campo y negar la evidencia. Como el cerril empecinamiento del Gobierno de Navarra por no poner “ni un euro” para prestar un servicio a sus ciudadanos. Con actitudes incomprensibles como ésta, la solución no parece cercana. Y mientras tanto, a seguir en la mina.