En los últimos días hemos asistido con vergüenza ajena al desarrollo del caso Murdoch, a sus peligrosas implicaciones y al extendido sabor de boca que ha dejado del periodismo concebido como mamporrero del mangoneo político. El nuevo episodio protagonizado por el ciudadano Kane de nuestro tiempo ha degradado aún más la ya de por sí maltrecha imagen del periodismo de cara a la opinión pública. “Soy periodista, pero prefiero que en casa sigan pensando que toco el piano en un burdel”. El aforismo parece estar más de actualidad que nunca.
No sólo por sucesos puntuales como el mencionado. De un tiempo a esta parte, es cada vez más habitual ver a las empresas periodísticas plegarse o humillarse ante el poder a cambio de prebendas. Y esto se traduce, entre otras cosas, en un periodismo amable y comodón. Ruedas de prensa en las que no se permiten preguntas, o si se ofrece la posibilidad, ningún periodista la aprovecha. Es mucho más fácil repetir como un papagayo el titular ya enlatado que nos ofrecen que meter el dedo en el ojo, preguntar e investigar.
Es fácil escudarse en el típico argumento de la precariedad de medios en las empresas periodísticas y de las vergonzantes condiciones laborales de los periodistas “de a pie”. Siendo situaciones denunciables, no nos vale como excusa para justificar un periodismo edulcorado, facilón y de pésima calidad.
El periodismo es una actitud, profesional y personal, y hay que reivindicarla siempre. Podemos recurrir a la cita del maestro Ryszard Kapuscinski: “El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”. Y esta esencia del viejo periodismo debe estar presente también en los nuevos tiempos.
Puede que el periodismo esté enfermo, o incluso en la UCI, pero los que lo dan por muerto se equivocan. De raíz. Nosotros nos resistimos a creer que una época de revolución tecnológica, que pone a disposición de los profesionales las mejores herramientas que jamás se han dispuesto para ejercer el periodismo, sea el momento de bajar los brazos. Es hora de apostar por el periodismo con mayúsculas. Porque este muerto está muy vivo.