No es cuestión de ‘hacer sangre’ ni de reírnos de los males ajenos, ni mucho menos, pero hoy –domingo 19 de dic., pág. 59, Edición País Vasco- El País nos ha brindado una perla literaria inhabitual que, pese que puede tener su explicación, especialmente para los periodistas que conocen o han conocido la frenética actividad alrededor del cierre de la edición de un periódico, no tiene justificación alguna y provoca un daño irreparable en la imagen del diario y en la imagen del profesional autor ‘involuntario’del desaguisado. Por lo tanto, antes de nada, transmitir al firmante del artículo objeto de este post nuestra comprensión y si cabe solidaridad con el ‘cricigrama lleno de trampas’ que, sin pretenderlo, nos ha ofrecido hoy domingo en las páginas de El País.
Nos referimos a un artículo publicado hoy en el mencionado diario, un apoyo a la crónica principal sobre el partido de la Real Sociedad contra el Valencia jugado ayer, sábado, y titulado “Estilistas al poder”, que en sus escasas 290 palabras (+-1.500 caracteres) incluye la friolera de 40 erratas de bulto, fruto de las circunstancias del momento en que se redactaba el artículo -fuera de tiempo y con el cierre de la edición en ciernes-; y fruto de que se la ‘compraron’ en la redacción tal y como la remitió a esas intempestivas horas, cuando el redactor pensaría que –lógicamente, ¡como no!- alguien le metería mano y lo puliría.
Como esta ‘pieza’ no aparece recogida en la web de este medio, probablemente porque es una información secundaria en tanto que es un apoyo a la información principal o por las razones que cada uno pueda interpretar, y a pesar de que se puede leer en la imagen de la cabecera, me he atrevido a transcribirla literalmente (los subrayados son de quien suscribe este post, con el objetivo de remarcar las razones que lo han justificado):
Estilistas al poder
El partido tenía desde el nacimiento un espíritu visceral, un debate corajrudo en todas las líneas con pocas oportunidades para los estiutlistas, para los estetas del fútbol, que lños había, sobre elcesped de Anoeta. Y sin embargo el fútbol dej´+oj resquicio,pàra los artísticas en aquel debate metalúrgico.
Primero fue Xabi Prieto al ejecutar un dudosísimo penalti de David Navarro sobre Zurutuza. El extremo gupizcoano lo lanmzó con el arte que le caracvteríza: parsimonioa, bue trazo, elección del color de la jugada y un lñeve vuelo del balón para in btroducirse por el centro de la porter´ñia hasta alvanzar mansamewnte la red. NO fue un penalti a lo Panelka, sino a lo Xabi Prieto, un tipño siempre sutil al que es extraño reconocerle un golpeo violento del balón, que no sea un remate, o un centro desesperado rdado de contrarios.
Xabi Prieto es la sutileza de la Rea, un tipo que jamás se pone nervioso, un sangre fría, cuando juega bien, y un ave friam, que dicen, cuando juega mal. Ayer tiró de sangre fría y adelantó a la Real. Lo que poasa que Tino Costa el centrocampista del Valencia acostumbra a practicar los mismos hábitos.
Le llegó una falta al +borde delxescanso y la encaró con esa habilidad que solo los espedcialistas convierten en rutina. n balón ladeado, convirtiendo la barrera en una opisición muy minoritaria, llevando el balón al paló contrario pero con la circunferencdia necesaria para evitar todosm lols obstáculos. Se dice que todos los pOorterosa estudian a laos lanzadores de penltis o de libres directos, pero queda la duda de si es posible prepararse frente a ingebio del que golpea el balón. Ni César ni Bravo supieropn resolver el cricigrama. Quizá porque tenía demasiadas trampas.
En fin, como decíamos, un ‘cricigrama lleno de trampas’, no pretendido por el redactor ni por el medio, pero que ha sido publicado tal cual en el principal diario de información general español.
¿Cómo se explican estas cosas? Estas cosas no se explican porque son inexplicables en medios con estructuras técnicas y humanas tan importantes como las que se supone debe tener un medio como este. Pero, siendo benévolos, tienen su explicación.
Imaginemos: El partido arranca a las 22.00 horas en Donostia, y finaliza a las 23.45 horas. Es decir, a una hora imposible dentro de la rutina de un periódico. Y, además, el resultado no se ha conocido hasta el minuto 91, que es cuando el Valencia marca el gol de la victoria (1-2), por lo que el periodista no ha podido ir avanzando su artículo y tenerlo casi cerrado para cuando el árbitro pitara el final del partido. Y el periodista sabe que tiene una plana (página) de 4 columnas, ‘toditas’ para él.Y son casi las 12 de la noche. Nada nuevo para quien lleva en esto toda una vida, como es el caso de quien lo suscribe.
Pero aquí entramos en el terreno de las suposiciones, interpretaciones e intuiciones: Cansancio, premura, redacción bajo mínimos, ya no queda ni el apuntador, confianza del redactor en que alguien lo supervise y corrija… Pero, en resumen, nadie se encarga de ‘meterle mano’ en su recepción y tan pronto reciben la pieza la ponen en la rotativa para su impresión. ¡Cómo creen si no que llegan los periódicos al desayuno caliente de la mañana! Es verdad que nunca intentamos conocer las circunstancias de los acontecimientos o sucesos y nos quedamos con lo que vemos. Pero también es verdad que, aún y conociéndolos, nos sigue pareciendo increíble que sucedan cosas como estas.
“Uff, ese último minuto de locura antes del cierre, ¡Mándalo como está! A veces pasan estas cosas”, me comentaba hoy mismo un amigo periodista con muchos kilómetros en la profesión y con muchos ‘cierres’ en sus espaldas.
El papel lo aguanta todo, sobre todo los errores. El artículo publicado en la versión impresa ya no se puede subsanar, mientras que la versión online del periódico no recoge este apoyo ni siquiera subsanando la cadena de errores y despropósitos.
¡La que se puede liar en un peródico en tan solo 1.500 caracteres!